lunes, 23 de mayo de 2011

EL REINO DE ANKOLE EN UGANDA de Kalevo Oberg en Sistemas Políticos Africanos. Traducción de Leif Korsbaek


EL REINO DE ANKOLE EN UGANDA.

Kalervo Oberg[1].

I El trasfondo histórico y tradicional.
Ankole es uno de un conjunto de pequeños reinos nativos que se extienden desde el norte hacia el sur a lo largo de la frontera occidental del protectorado de Uganda. Tanto desde un punto de vista geográfico como de uno antropológico, esta región es de sobremanera interesante. Al este la gran barrera del lago Victoria limita la región y al oeste las montañas de Ruwensori y una cadena de lagos que van del Lago Albert hasta el Lago Tanganyika conforma un pasillo que lleva de las amplias sabanas del Nilo Superior a las mesetas del Congo Belga y el territorio de Tanganyika. Desde un punto de vista geográfico este pasillo es una típica sabana africana con colinas cubiertas de pasto y un escaso matorral de acacia.
En algún momento en un pasado nebuloso esta región fue ocupada por agricultores negros, hablantes de bantú. La precipitación, aunque no abundante, sí permitía una distribución bastante equitativa a través de todo el país, esparcida en las partes más áridas de las planicies en el este, y más densa en las regiones montañosas en el oeste. Más tarde en la historia de Africa este mismo pasillo proporcionó una avenida a través de la cual oleadas de pueblos de pastores negros hamíticos o hamitizados migraron hacia el sur. Se piensa que esos pastores, con sus grandes rebaños de ganado de cuernos largos, fueron expulsados hacia el sur desde la parte sureña de Abisinia y se cree que son de origen galla. Cualquiera que sea exactamente su lugar de origen o su pertenencia tribal específica o los motivos de su migración, no hay duda de que estos pueblos son estrechamente relacionados con los hamitos por la sangre y por ciertas costumbres relacionadas con el ganado. Pero lo que es más importante es que donde quiera que estos pastores se establecieran en territorio ya ocupado por agricultores bantú, hicieron un ajuste uniforme: conquistaron a los agricultores y se establecieron  ellos mismos como la clase gobernante. Así que cuando los ingleses, hace unos cuarenta años, se hicieron dueños de Uganda, en todas partes de este pasillo encontraron a los pastores como gobernantes y a los agricultores como siervos. Los pastores se llaman variablemente bahima o bahuma, y los agricultores bairu o bahera. Aunque se dice que los bahima una vez eran unidos y gobernaban un gran imperio llamado Kitara, en tiempos históricos estas tierras eran divididas en reinos que se extienden desde Bunyoro, pasando por Toro y Ankole, hasta Ruanda en territorio belga. El reino de Buganda pertenece también a esta clasificación pero, debido al mayor porcentaje de población agricultora, las nítidas diferencias raciales pronto desaparecieron y sólo la familia real enfatiza su descendencia extranjera.
Este pasillo superior, por lo tanto, es el escenario donde los bahima y los bairu llevan siglos actuando su drama político. Por intrigante y heroico que haya sido el inicio de esta historia, ya se ha perdido para siempre como un hecho histórico. Pero para cada muhima que vive hoy sigue siendo una realidad viva y fascinante. Que se encuentre encarnada en cantos, recitaciones o en cuentos populares, el tema es siempre el mismo. A través de este amplio cuerpo de mitos y leyendas podemos vislumbrar el carácter épico de la lucha que se llevó a cabo en las planicies de la Uganda del oeste y que en algún momento produjo el reino de Ankole.
De acuerdo a estas leyendas, hace mucho tiempo vivían los bahima y los bairu en el país. Los bahima vivían con su ganado en el este de Ankole y los bairu cultivaban la tierra en el oeste. En aquellos días los bahima no tenían ni rey ni jefes, pero las gentes importantes de los clanes resolvieron los conflictos. Entre los hombres ricos se mencionan todavía a los siguientes: Nyawera vivía en Kashari y pertenecía al clan Abaitera; Rwazigami vivía en Rugondo y pertenecía al clan Abasite; Ishemurindwa del clan Abaishekatwa vivía en Masha; Karara del clan Abakoboza vivía en Ruanda; Rwanyakizha del clan Abarami vivía en Nahara; y Mariza del clan Abarariri vivían en Bukanga. Habían muchos otros clanes, pero no alcanza el espacio aquí para mencionarlos todos. Hoy se mencionan estos bahima como siendo los primeros bahima de Ankole. No existen cuentos acerca de cómo llegaron a Ankole. Otros clanes llegaron al país más tarde, de los países vecinos.
Los bairu vivían en Rwanpara, Shema, Buhwezhu e Igara. No se sabe si eran organizados en clanes o bajo jefes. No habían guerras entre los bahima y los bairu en aquellos días, cada grupo ocupaba su propia sección del país, intercambiando cerveza y mijo por leche y mantequilla.
Pero de repente surgió un pueblo muy raro. Se llamaban los abachwezi. Juzgando del ciclo de cantos y leyendas parece que estos abachwezi eran las mismas gentes que jugaron un papel tan importante en el pasado de Banyoro, Baganda, Batoro, Abakaragwe y, por lo menos en ciertos grupos, entre los banyanruanda. Mientras que difieren los detalles de los cuentos acerca de su origen y desaparición, en lo que se refiere a su carácter, sus hazañas y la orientación de sus acciones, hay un consenso fundamental. Todas las leyendas señalan, por ejemplo, que los abachwezi vinieron del norte, que no eran muy numerosos, que conquistaron a los pueblos que encontraron en el camino y que finalmente desaparecieron en lagos o cráteres hacia el sur.
De acuerdo a la leyenda, estos abachwezi eran gente maravillosa. "Eran como los bahima, sólo que más brillantes. No era posible mirarles en los ojos, ya que sus ojos eran tan brillantes que hicieron doler los ojos de uno. Era como mirar al sol. Vistieron ropa de corteza y calzaron sandalias de piel de vaca. Sus mujeres se taparon la cara en público y eran guardadas por eunucos. Los abachwezi importantes construyeron sus grandes casas de pasto y tenían sus kraals cerca de ellas. Tenían muchas cabezas de ganado y vivían de leche, carne y cerveza, sobre todo cerveza mezclada con miel. Eran grandes cazadores y magos". Esta descripción de los abachwezi es la menos fantasiosa. La mayoría de los cuentos tratan de sus hazañas superhumanas, su terrible fuerza, su capacidad para hacerse invisibles, su riqueza en ganado, la belleza de sus mujeres y su inclemente dominación de todos cuantos conquistaron.
La mayor parte de los cuentos afirman que Ndahura era el gran conquistador, el líder de los omuchwezi. En Ankole Ndahura no es tan bien conocido como en Toro y en Bunyoro, donde es considerado como el primer rey abachwezi. Allí es considerado como el hijo de un anterior rey y una mujer que se llama Nyinyamwiru (la madre de Wiru) y se dice que fue el quién consolidó el reino de Kitara. Después de la conquista reorganizó su reino en distritos, nombrando a sus hijos y sus seguidores como gobernantes. A Ankole mandó a Wamara quién se considera aquí como el primer rey abachwezi. La palabra Wamara proviene del verbo okumara, terminar o acabar. Muchos banyankole han explicado que el terminó lo que inició su padre, es decir la conquista de un imperio. Wamara vivía en Bwera, que formaba entonces parte de la Ankole mayor, gobernando Ankole, Karagwe y una parte del sur de Buganda. Se decía que Wamara trataba bien a sus seguidores y siempre estaba dispuesto a ayudarlos cuando estaban en dificultades. Cuando se murió su ganado les dió vacas de su propia rebaño y los ayudaba a pagar su boda. Con sus poderes mágicos era capaz de producir lluvia, hacer fértiles a las mujeres y evitar que se enfermara el ganado. Wamara tenía muchos hijos y familiares y todos son descritos en las canciones y las leyendas. Uno era Murindwa, el hijo mayor de Wamara, conocido por su sabiduría; otro era Mugenyi quien pastoreaba sus vacas en Bwera, y se dice que él construyó las obras en Biggo; se habla de otro hijo, Kazoba, que era "tan hermoso como la mora y tan tímido como el antílope"; Ibona era adivinador, Riangabombo cazador, Kagoro conquistador de nuevos pastizales, el primero de todos los guerreros, y Mugasha era el que hacía pozos para el ganado.
Los abachwezi vivían en el país, gobernándolo, pastoreando su ganado y haciendo milagros, pero no duraron mucho tiempo así. Les llegaron las calamidades. Primero empezaron las gentes a desobedecer a los abachwezi, y hasta sus mujeres se volvieron contra ellos. Luego empezaron a morir las vacas, y a las gentes les atacó una nueva enfermedad. Y cuando la vaca Bihogo y el toro líder se murieron, los abachwezi se preocuparon y desearon salirse de allí. El desastre final fue el asesinato a Murindwa cometido por los miembros del clan Abasingo. Se decía que lo habían echado en un charco, dejándolo morir. Pero antes de irse Kagoro vengó la muerte de su hermano, matando a muchos de los Abasingos, Wamara maldijo al clan y hasta el día de hoy la maldición sigue vigente en Ankole. Los abachwezi entraron a Karagwe con el poco ganado que les quedaba. Mugasha es el héroe trágico de esta retirada. Al ser forzado a abandonar Ankole entristeció e intentó suicidarse. Los demás abachwesi, sin embargo, acudieron a la magia para impedirle suicidarse. En vez de desaparecer en el Lago Kyaikambara como los demás abachwezi, Mugasha fue a las islas Sesse en el Lago Victoria y se dice que está todavía allá.
Mientras que los abachwezi huyeron de Ankole, Katuku, un jefe mwiru, los rebasó y persuadió a Ruhinda, uno de los abachwezi más jóvenes, y a su madre Nzhunwakyi, a que regresaran a Ankole con él. Hubo una larga discusión antes que Ruhindi finalmente asintiera. Después dicen que lo escondieron Katuku y sus seguidores durante mucho tiempo junto con el tambor real, Bagyendanwa. Cuando de nuevo reinaba la paz en Ankole, Ruhindo salió de su escondite y se estableció como gobernante de los bahima y los bairu, y de este modo se hizo el fundador de la dinastía Abahinda que reina en Ankole hasta el día de hoy. Muchos banyankole creen hoy que los abachwezi no murieron, sino que desaparecieron y volverán para gobernarlos de nuevo. Mientras tanto reinan todavía los espíritus de los abachwezi en el país, y ha surgido un culto cuyos miembros hacen regularmente sacrificios a los espíritus. Este culto a los espíritus de los abachwezi es hoy conocido como el culto Emandwa y hay muchos lugares y reliquias relacionados con los abachwezi. Estos lugares se han convertido en lugares para los bayankole que los esquivan, y las reliquias son consideradas como símbolos del poder real. Los abachwezi tenían un lugar tan importante en la conciencia de los banyankole que cuando llegaron los hombres blancos creyeron que eran los abachwezi que habían regresado. Los europeos eran diferentes, más poderosos, capaces de hacer cosas inexplicables. Los europeos, igual que los abachwezi, pueden viajar a través del aire, hacer fuego sin dejar cenizas, y moverse a través de la sabana con gran rapidez. Otro cuento nos relata que los europeos realmente no son los abachwezi, sino sus servidores que han sido enviados para castigar a los banyankole por el mal trato que les dieron a sus anteriores gobernantes.
El ciclo de leyendas de los abachwezi es la versión muhima de su historia cultural, en particular en la manera en que relata el origen de sus instituciones políticas. Por supuesto que no podemos considerar esta versión como historia exacta. Y, sin embargo, tiene implicaciones sociológicas  de gran alcance. Describe a Ankole primero ocupado por los agrultores Bairu y unos pocos Bahima, viviendo en relativo aislamiento y sin una organización política desarrollada. Describe las posteriores migraciones Bahima, un periodo de lucha y finalmente la subyugación de los Bairu por los Bahima y la creación de un reino. Pero, aún más, le proporciona a la estructura política con un trasfondo legendario que le confiere un carácter sagrado de tradición y las bases de absolutismo y permanencia.
Pero no tenemos que dirigirnos a las leyendas nativas para explicar el origen del reino banyankole. El estudiante tiene la evidencia a la mano. Aún hoy podemos observar las fuerzas ambientales y sociales que ocasionaron el particular carácter de la sociedad banyankole y sus instituciones políticas
No hay que subestimar la importancia de los factores ambientales como factores determinantes para establecer el contacto entre los bahima pastores y los bairu agricultores. Como ya vimos, Ankole es una cintura larga y estrecha de sabana que sigue el lado oriental del Valle del Rift desde Lake Albert hasta Lake Kivu en Ruanda. Es bastante bien establecido que negros hamitizados migraron hacia el sur siguiendo esta ruta y que con el tiempo esta cintura de sabana se iba llenando con pueblos ganaderos. De igual manera, las condiciones climáticas permitieron el asentamiento en esta área de una población campesina bastante densa.
Pero el sólo contacto debido a los factores ambientales no logra explicar el hecho de subyugación permanente, el pago de tributo y una estructura estatal. El aislamiento, la segregación y la exterminación habrían sido adaptaciones alternativas igualmente posibles. El aislamiento no era posible, debido a la naturaleza del país y la densidad de la población. Todos los bairu no podían establecerse en el área de colinas relativamente limitada. Por otro lado, las leyendas nos cuentan de una situación de segregación hasta que la presión demográfica de los bahima produjo un establecimiento de los pastores en Ankole. La exterminación tal vez habría sido una posible solución, pero los bahima decidieron dominar a los bairu porque era una solución ventajosa. Aunque la técnica agricultural de los bairu no producía un excedente económico importante, bajo presión producían bastante mijo y cerveza como para hacer la dominación costeable. Hay que tener en mente que los bairu tenían que mantener una población de dominadores solamente la décima parte del tamaño de su propia población. Si las cifras hubieran sido al revés, tal vez la dominación no habría sido una solución viable. Al mismo tiempo, la producción agrícola no era de dimensiones como para hacer posible el sostenimiento de toda la población bahima. Los bahima, ahora como antes, vivían de su ganado y forzaron a sus siervos a entregarles tanta cerveza y mijo como fuera posible, sin arruinar la fuente de su abastecimiento. Sería tal vez constructivo comparar esta situación con la de los masai. Como invadieron el valle de la región oriental del Rift, encontraron solamente unos pocos cazadores migrantes wanderobo que ni interfirieron con las costumbres pastorales de los masai ni les ofrecieron perspectivas de una explotación económica. Relaciones de intercambio de regalos fueron establecidas, pero no surgió una organización estatal que llevara a una dominación política.
La dominación de los bairu por los bahima se desarrolló no solamente porque estos pueblos racial y económicamente diferentes entraron en contacto en grandes cantidades bajo la influencia de los factores ambientales y porque era económicamente redituable, sino también debido al hecho de que los bahima eran capaces de dominar. Los pastores bahima, acostumbrados a proteger sus rebaños contra enemigos animales y humanos, eran individualmente mejores guerreros. Las constantes incursiones y expediciones de venganza habían fomentado en ellos una disciplina militar que se podría expander y aprovechar políticamente. La organización del kraal bahima era una empresa más grande y más compleja que la ranchería bairu. La ekyika o linaje unilateral ofrecía mejores perspectivas de cooperación militar que la relativamente más pequeña oruganda o familia extensa de los bairu. Así que, aún sin un desarrollo ulterior de su organización política, los bahima tenían la ventaja de una experiencia de organización militar y de cooperación.
Una vez que los bahima de Ankole habían conquistado a los bairu y les habían impuesto su voluntad por medio de un aparato estatal, tuvieron que enfrentar una nueva situación: tenían que defender su país, su ganado y sus sujetos bairu contra ataques desde fuera. Fuerzas de defensa e incursiones de venganza no eran ninguna garantía. El método más satisfactorio para prevenir la agresión sería la permanente subyugación de los incursionistas. La conquista de otros pueblos ganaderos, con una organización menos fuerte, se convirtió en un necesario elemento de la defensa del estado. Aquí podemos otra vez comparar la situación de los bahima con la de los masai. Los masai eran eminentemente incursionistas ganaderos, lanzando repentinos ataques contra las aldeas y los parajes de sus vecinos sedentarios, apropiando lo que encontraran de ganado y otros bienes, para luego retirarse a sus planicies. No invadieron los territorios de sus vecinos, ya que no necesitaban extender sus tierras de pastoreo, y tampoco eran las tierras de sus vecinos - como en el caso de los kikuyo y los kavirondo - aptas para la ganadería. Además, los masai no se encontraron sujeto a amenazas permanentes de tribus vecinas; eran principalmente ofensores y no defensores.
Mientras que la subyugación de los pastores que vivían alrededor de ellos fue dictada por las necesidades de defensa, tenía también sus ventajas económicas. Económicamente era ventajoso dominar a estos grupos más débiles, ya que se les podía exigir tributo pagado en ganado. Los pueblos ganaderos conquistados fueron puestos bajo el gobierno de un representante del rey, quien se encargaba de cobrar el tributo y entregárselo al rey. Es interesante que estos pueblos ganaderos conquistados, ya que eran bahima, pronto se amalgamaron a sus conquistadores. Los bahima de Empororo, que antes eran independientes, fueron conquistados y un tiempo pagaron un tributo regular, pero con el aumento de la presión de Ruanda pelearon al lado de sus conquistadores y posteriormente adquirieron estatus legal y político igual que los bahima de Ankole.
Exactamente de qué manera los bahima de Ankole se organizaron en un estado y cómo crearon su sociedad política del reino Banyankole no es posible investigarlo hoy. Pero los elementos de la organización se pueden observar, así como han sido presentados aquí. Existían una serie de condiciones externas a las que se adaptaron los bahima, y un análisis detallado del proceso de adaptación revela con claridad estas condiciones. Este proceso de adaptación corresponde a las funciones del estado bahima. La primera de entre las funciones era la dominación de los bahima, expresada mediante el estatus legal inferior y el pago de tributo; y como corolario del estatus legal inferior tenemos un estatus social inferior, lo que produce esencialmente una distinción de castas. En segundo lugar, el estado defendía el territorio y la gente de Ankole contra ataques e intentos de conquista desde fuera. En tercer lugar, el estado de Ankole inició un programa de expansión a través de la conquista que se vió contenido solamente debido a proyectos similares de parte de los reinos vecinos.

II El estatus político.
¿Qué otra cosa es la acción política que la creación y la destrucción de formas de organización social mediante el ejercicio del poder organizado? Apenas habían entrado en contacto los bahima y los bairu, étnicamente diferentes, gracias a las fuerzas ambientales y sociales que acabamos de describir, antes de que fueran forzados a definir no solamente sus relaciones mutuas, sino también las relaciones vigentes dentro de cada uno de los dos grupos.
Los ganaderos bahima ya no eran gente libre, unidos en familias extensas y en linajes y clanes ágilmente organizados; ahora eran también miembros de un grupo político. Si los bahima quisieran promover sus intereses en cuanto bahima, tendrían que organizarse y actuar como bahima. En el fondo esta nueva relación se basaba en su carácter de bahima - en raza y propiedad de ganado. Pero esta nueva relación tenía que crearse y se tenía que entrar en ella concientemente. Involucraba liderazgo, cooperación, sumisión a la autoridad. Ocasionó un poder real y el principio dinástico, la organización de fuerzas militares y liderazgo. En pocas palabras, fundió los bahima en un estado, el núcleo del reino banyankole.
Esta nueva relación política fue establecida a través del okutoizha, o sea clientela. Un propietario de ganado muhima se presentaría ante el mugabe, o rey, jurando que lo siguiera en guerra y se comprometería a darle periódicamente al mugabe determinado número de cabezas de ganado con el fin de mantener vigente la relación. Por otro lado, la relación de clientela podría ser rota de parte del omutoizha, o sea el cliente, rechazando manifestar su sumisión. Esta manera de romper la relación era perfectamente reconocida, y solamente cuando un número de bahima se juntaran para más efectivamente desafiar al rey que se considerara como rebelión. Aún en ese caso, si los bahima en rebelión volvieran a manifestar su respeto serían perdonados por el rey. Pero si un muhima persuadiera a otros a someterse a él en clientela y robara ganado sin darle al mugabe su parte, podría ser acusado de traición y el mugabe podría en movimiento sus fuerzas para elimnarlo.
El estatus de cliente implicaba un número de obligaciones para con el mugabe, en primer lugar el servicio militar. Cada muhima, aún si no formara parte de una banda militar, tenía que participar en las campañas militares cuando así se lo exigiera. Cualqueir ganado adquirido por el muhima por medio de una campaña privada sería reclamado por el mugabe y se le tendría que otorgar una parte. La clientela obligaba a cada muhima a visitar de vez en cuando al orurumbe (kraal) de su mugabe para pagarle tributo. También estaba obligado a entregarle al cobrador del mugabe ganado cuando este se encontraba necesitado. Cuando se muriera un muhima, su heredero tenía que reportarse ante el mugabe y referendar la relación de clientela entregándole una "vaca de entierro".
A cambio del servicio militar y el pago de tributo el cliente recibía protección. Primero, el mugabe se comprometía a proteger el ganado de su cliente de los gavilleros y tomar represalias cuando su cliente hubiera sufrido pérdidas debido a una incursión. Si un cliente hubiera perdido todo su ganado debido a incursión o a enfermedad el mugabe estaría obligado a ayudarle a fundar un nuevo rebaño. Segundo, el mugabe mantenía la paz entre sus clientes. A ningún cliente se le permitiría hacer incursiones o robar el ganado de otro cliente o causarle daño físico a él o a las gentes que de él dependían. Si ocurriera una violación de la paz, el culpable sería acusado ante el mugabe y castigado por él. En el caso de asesinato, el mugabe les otorgaría a los parientes de la víctima el derecho a venganza. Finalmente, el mugabe permitiría a sus clientes, mediante incursiones y conquistas, a extender sus rebaños y sus pastizales.
En resumen, el estado bahima abarcaba a los ganaderos libres y su líder, el mugabe. El lazo específico que unía a los ganaderos a su líder tenía el carácter de clientela.Solamente los bahima eran políticamente organizados en el sentido de que ellos se unieron con el fin de crear el sistema particular de relaciones diferenciales que existía en el reino. La fuerza fundamental que el estado ejercía en su mantenimiento de estas relaciones era el poder militar. Estudiemos ahora los lazos que unieron a los súbditos y su rey.
Para los bahima la palabra bairu significa servitud, un estatus legal inferior al estatus que existía entre ellos mismos. El indicador del estatus de bairu era la raza y la dependencia económica de la agricultura. La mejor manera de expresar la diferencia de estatus será una enumeración de las limitaciones de la libertad de los bairu.
No se les permitía a los bairu poseer vacas productivas. Por servicios prestados a los bahima a veces recibieron vacas estériles y becerros. Los bairu guardaron este ganado o para pagos de dote o para consumo. Si un mwiru poseyera vacas productivas cualquier muhima estaría en su derecho para quitárselo. Existe una leyenda entre los bairu que cuenta que hace mucho tiempo poseían ganado, pero los bahima invasores se los quitaron. Algunos veterinarios del gobierno colonial en la Uganda occidental piensan que es cierto y que el ganado que tenían los bairu era de una raza diferente del ganado ankole de cuernos largos en la actualidad. Fundamentan su convicción en la existencia de ganado con cuernos más cortos en las orillas del país bahima, como por ejemplo el ganado de los bakiga de Kigezi.
La distinción social entre los bahima y los bairu se mantenía mediante una estricta prohibición de matrimonio entre miembros de los dos grupos. Cuando se les preguntaba a los bahima acerca del problema, se reían y dijeron que tal matrimonio sería completamente impensable. No solamente les repugna a los bahima la idea de tal matrimonio, sino su validación es imposible ya que los bairu no poseen el ganado necasario para la dote. Los hombres bahima no se casaron con mujeres bahima porque era ilegal darles a los bairu ganado que era la única fuente de legitimación del matrimonio y de su descendencia. Sin embargo, los hombres bahima tomaran concubinas de entre las muchachas bairu. Pero estas muchachas no tenían estatus de mujeres casadas y por lo regular serían caracterizadas como criadas. Las concubinas bairu eran particularmente comunes entre los jefes bahima y dieron origen a ua clase de mestizas conocidos como abambari. Desde el punto de vista legal los abambari eran catalogados como bairu, pero consideraciones personales frecuentemente modificaron el rigor estricto de la regla. Un jefe muhima o dueño de ganado que no tuviera hijos de su matrimonio muhima haría heredero a su hijo natural. Con el tiempo tales uniones producirían linajes enteros. Los bahima llamarían estos clanes de mestizos "las gentes de un hombre determinado" en vez de llamarlos "los hijos de un hombre determinando", siendo este último el nombre que se le da a un subclan de descendencia bahima pura. El efecto de este concubinaje es notable cuando se comparan los tipos físicos de la clase de jefes con la de los ganaderos comunes de los distritos más alejados de las secciones agriculturales. Entre los miembros de la clase de los jefes se encuentra un porcentaje más alto de bantues más morenos.
La organización militar se encontraba, como ya vimos, en manos del mugabe, quien ordenó a ciertos jefes que formaran bandas de guerra para la protección de las fronteras. No se podía formar ninguna banda sin el expreso consentimiento del rey. Mientras que cada muhima era eligible para servicio militar, a los bairu, al contrario, no se les presta servicio en estas bandas. Así que los bairu carecían del entrenamiento militar y la disciplina necesaria para promover cualquier cambio en su estatus.
Los bairu tampoco tenían acceso a las altas posiciones oficiales. Ningún mwiru, por ejemplo, podría ser enganzi u omugaragwe. Los abakungu, sin embargo, nombraron asistentes bairu que les ayudaron en el cobro de tributo en los diferentes distritos. Estos asistentes serían llamados abakungu y fueron considerados por los bairu como jefes de distrito. Los bahima, sin embargo, sostienen que estos individuos nunca poseen el estatus de jefe.
La característica más destacada de la servitud bairu era tal vez la regla de que bajo ninguna circunstancia podía un mwiru matar a un muhima. El derecho a la venganza de sangre ejercida por las familias extensas de los bairu no se podría extender a los bahima. Si un muhima matara a un mwiru, la familia extensa del asesinado no podría exigir venganza de sangre, aunque en ocasiones podría exigir una compensación exacta a través de la intervención del mugabe. Los bahima, al contrario, podrían vengar la muerte de un pariente si hubiera sido muerto por un mwiru, sin consultar al mugabe.
Los bairu no tenían estatus político alguno. No poseían medios reconocidos a través de los cuales podrían cambiar el rango inferior que se les había sido conferido. La explotación de los bairu por los bahima se realizaba como un pago de tributo en comida y trabajo, y para este fin el mugabe procuraba mantenerlos en una posición de subordinación. Pero, no obstante la posición inferior que los bairu ocupaban, no se encontraban fuera de la ley. Dentro de su propia esfera este estatus tenía sus aspectos positivos. El cobro de tributo estaba organizado de tal manera que solamente los jefes lo podían hacer a su voluntad. Los pequeñós dueños de ganado no tenían el derecho a cobrarle tributo a los bairu.
Eso no significa, sin embargo, que solamente los jefes beneficiaran del tributo cobrado. Era una práctica común entre los pastores bahima visitar sus jefes y quedarse varios días en el kraal del jefe. La obligación del jefe era proporcionarles a estas gentes cerveza y mijo cocido. Así que la comida que llegaba al kraal del jefe en la forma de tributo sería posteriormente distribuida ampliamente entre los bahima. Cada jefe tenía un número de artesanos bairu que hacían lanzas, cubetas de leche y de agua. Los bahima comunes y corrientes adquirían estos artículos de los jefes. Los pastores por supuesto podían obtener directamente de los bairu y así lo hacían en alguna medida. Pero el tributo organizado y su distribución controlaba y limitaba el intercambio que de otra manera habría sido muy extensa.
El cobro de tributo sin autorización era considerado como robo y fue castigado por el mugabe. Cualquier mwiru tenía el derecho a presentarse ante el mugabe o uno de sus jefes para quejarse de mal trato y podía exegir una indemnización por el daño causado. Para hacer más efectiva su demanda, un mwiru podía llevarle al mugabe regalos y así invocar su protección. En otras palabras, aunque el sistema de derechos de los bairu era más estrecho y limitado que el estatus más amplio de los bahima, este sistema se encontraba bajo la protección del Estado bahima.
Otra clase de gente que formaba parte del reino banyankole abarcaba a los bahima abatoro conquistados, gente que antes habían constituido o formado parte de otros reinos. El mugabe nombraría a un gobernador que implementara su obligación a pagar tributo en ganado y que suprimiera cualquier intento de rebelión. Estas gentes que pertenecían a la misma raza que los bahima de Ankole y tenían aproximadamente el mismo estatus económico, se amalgamarían en el curso del tiempo con éstos. Un omutoro podía convertirse en el cliente del mugabe al pagar el obutoizhia, depués de lo cual tendría los mismos derechos que un muhima.
Los abatoro, aunque no tenían el mismo estatus que los abatoizha, o clientes, tenían mejores condiciones que los siervos bairu. No existían ningún obstáculo contra el matrimonio con ellos y tenían el derecho a venganza de sangre, siendo este un derecho que existía en consecuencia de la similitud racial y los derechos de clan. La desintegración de la clase de los abatoro fue paulatina y pasaba por un proceso de cambios de lealtad individul hacia el mugabe. Por otro lado, el representante del mugabe en estos distritos a veces lograba establecerse como un jefe independiente en rebelión contra el mugabe. En el caso de que la rebelión se repitiera la consecuencia sería en muchos casos el embargo del ganado de los abatoro y el asesinato de los propietarios del ganado, y las mujeres y los niños de estos serían secuestrados y redistribuidos por el mugabe entre sus seguidores.
Los abahuku, o esclavos, formaban otra clase de gentes subyugadas en el reino banyankole. No fue posible saber gran cosa acerca de la esclavitud en el reino Bayankole. El mugabe poseía esclavos, también los principales jefes, y los más acomodados entre los propietarios de ganado, y todos los esclavos eran bairu capturados en incursiones contra los reinos vecinos. Los esclavos desempeñaron trabajos de tala de bosque, cargaban agua e hicieron la carnicería. Nada nos lleva  a pensar que los esclavos fueran vendidos o intercambiados, aunque los jefes intercambiaron entre ellos esclavos como regalos. Mientras que los esclavos sí llevaban a cabo las tareas más pesadas y humildes, no se puede decir que su destino fuera más duro que el de los artesanos bairu que se encontraban en el hogar de cualquier jefe. Siendo un prisionero de guerra, el esclavo no tenía ningún estatus legal en la comunidad y era la propiedad privada de su dueño y que podía hacer con él lo que quisiera.
Juzgando de la información a nuestra disposición, la posesión de esclavos quedaba limitada al círculo de gentes muy ricas y el número de esclavos era modesto. Solamente las personas suficientemente acomodadas podían tener esclavos. Cuando les preguntamos a los bahima porqué no tienen esclavos para cuidar a su ganado, contestan que son poco confiables y que hubiera tenido que acompañarlos al campo. Dijeron que los esclavos eran utilizados solamente para limpiar al kraal y para traer leña y agua. En la agricultura bairu, con sus herramientas y sus técnicas, el uso de esclavos no se costeaba. Ni la tecnología agricultual ni la especialización en oficios había avanzado lo suficiente como para hacer el uso de esclavos en gran escala costeable.
Aunque la suprema autoridad política y judicial estaba investida en el mugabe en su calidad de representante de los bahima organizados políticamente, una cierta medida de poder judicial y político quedaba tanto en manos de los bahima como de las familias extensas bairu. La función del mugabe y sus jefes era más la de enjuiciar que de medir castigos. Además no había una policía organizada para proteger la vida y la propiedad. ¿cómo, entonces, se protegían los miembros de la comunidad contra acciones criminales y cómo ayudaban en la implementación de los juicios dictados por el mugabe? Es aquí que la familia extensa juega un papel importante. Como unidad política desalentaba los ataques contra sus miembros por maleantes individuales. Una vez que se hubiera cometido un crimen, el jefe de la familia extensa lo presentaría ante el mugabe. En casos de asesinato el mugabe otorgaría el derecho que tendría de venganza de sangre, sin embargo, tendría que ser ejecutada por los miembros de la familia extensa que había sufrido la injuria. En ofensas de menor categoría el juicio del mugabe por lo regular sería suficiente para arreglar la disputa. Así que la familia extensa garantizaba los derechos de sus miembros en la comunidad contra ataques de individuos, dentro del marco de la ley y la práctica de costumbre. En los casos que involucraba solamente a una familia extensa la autoridad judicial se dejaría casi por completo en manos del jefe de este grupo. Si sucediera un asesinato dentro de la familia extensa, la decisión no le incumbaría al mugabe, sino sería decidido por el nyinyeca, el jefe de la familia extensa.
En resumen podemos decir que desde el punto de vista del estatus político y legal que los miembros del reino banyankole no constituían una masa homogénea, sino se diferencían por un amplio rango de derechos y prohibiciones que en conjunto producían una sociedad estratificada en clases. En la cúspide se encontraba el Estado bahima con su núcleo gobernante que giraba alrededor del mugabe. Abajo se encontraban las clases de los bairu, los abatoro y los abahuku. Esta estratificación tenía un pronunciado carácter de casta, en la última instancia se basaba en diferencias raciales y económicas.
El muy complejo funcionamiento de esta sociedad política se hace comprensible no solamente definiendo los roles que jugaron las diferentes partes de la sociedad, sino observando las relaciones genéticas entre estas partes. El estatus de los bairu, por ejemplo, en cuanto clase subordinada, no se explica completamente estableciendo que pagaron tributo y no se les permitía poseer ganado, sino mostrando que este estatus les fue impuesto y mantenido por los bahima en su calidad de un grupo militarmente organizado. La relación bahima-bairu era un invento bahima. Si contrastamos esta distinción de clase con la relación política vigente entre los bahima, la distinción se vuelve clara. El estado bahima políticamente organizado era una asociación de hombres libres expresando su unidad en términos de clientela, unidad que surgió como una respuesta espontánea a condiciones externas bien definidas. La clientela, como ya se ha mostrado, se puede describir mediante sus funciones. La clientela como un sistema de cooperación ejecutaba empresas colectivas tales como incursiones, conquistas y dominación, y servía como un sistema de seguro mutuo contra los riesgos inherentes en una sociedad depredadora. Los intercambios de ganado entre los bahima constituían intercambios libres, dependientes de los intereses mutuos de las partes involucradas. Los bahima y los bairu no cooperararon en actividades colectivas, que fueran económicas o políticas, y tampoco se puede caracterizar el pago de tributo como un "intercambio libre". Podemos contestar que los bairu recibieron la protección por los servicios que les prestaron a sus dominadores, los bahima. Sin embargo, si analizamos cuidadosamente esta protección, parece no ser diferente de la que los bahima proporcionaron a sus ganados, sus tierras, y sus esclavos. Además, los bairu necesitaban protección de los bahima de reinos vecinos y no de otros bairu.
Por otro lado, no hay que exagerar la importancia de esta distinción, ya que la servitud no es lo mismo que la esclavitud. Los bairu tenían derechos bien definidos que los esclavos no tenían. Además, la sociedad banyankole no era estática. La rígida distinción entre los bahima y los bairu que ha sido enfatizada en el análisis anterior se encontraba sujeta a una presión permanente de fuerzas sociales que empujaban hacia su abolición. Surgió una clase de mestizos conocidos como abambari cuyo estatus, aunque no nítidamente definido, no siempre era de los bairu. Un omwambari cuyo padre era jefe freceuntemente llegaría a ser dueño de ganado y sería reconocido como un hombre de importancia, aunque de un estatus no muy precisamente definido. En nuestra descripción del sistema de parentesco hemos tenido la oportuinidad de referir a un número de subclanes de descendencia pura. Y se dice que el padre del actul mugabe estableció una banda de guerreros bairu con el fin de contrarrestar el esfuerzo determinado de los banyuaruanda a conquistar Ankole. De reportes presentados a mí de nativos de Toro y de la relación de Roscoe de los bakitari, parece que el amalgama bairu-bahima ha llegado mucho más en esos reinos que en Ankole. A pesar de estas fuerzas que promueven la uniformidad, la estructura política tradicional del reino banyankole fue esencialmente estratificada bajo la dirección de los bahima como fuerza dominante.


III El rey y el kraal real.
Hasta aquí hemos subrayado las fuerzas que reunieron a los étnicamente diferentes bahima y bairu y la resultante estratificación étnica  con su definición estricta de relaciones políticas precisamente definidas. Como ya observamos, el rey o sea el mugabe, constituía el centro de este sistema de relaciones. El ejercicio del poder requería todavía un desarrollo. Un sistema de gobierno crecía alrededor de la persona del rey, consistiendo en las huestas de sirvientes y especialistas que contribuyeron al mantenimieto de la dignidad del rey y la autoridad necesaria para llevar a cabo las órdenes en cuanto líder de la casta gobernante políticamente organizado de los bahima.
La posición del mugabe fue exaltada, su autoridad suprema y su dominio universal. Su alto estatus era sancionado, en primer lugar, por su descendencia de Ruhinda, el fundador de la dinastía Abaninda y, en segundo lugar, por su posesión de los símbolos de la realeza, el tambor real, Bagyendanwa, y el velo adornado con abalorios, Rutare. Se dice que tanto la descendencia como los símbolos de la realeza provienen de los tiempos de los reyes Abachwezi semimíticos. La palabra Mugabe deriva del verbo okugabe, dar, y parece insinuar que el Mugabe era el que daba, aunque muchos banyankole describen al Mugabe como aquel a quién la autoridad de Mugabe le fue dada por los abachwezi. El poder del Mugabe se extendía a los pastores libres que poseían ganado en Ankole y que eran ligados a él por obligaciones mutuas en caso de defensa y agresión, a los pastores conquistados que le pagaban tributo, y a cualquier campesino bairu que vivía en el territorio tribal. Aún hoy, cuando la realeza en Ankole ha perdido su fin esencial y gran parte de su color, su forma original es revelada en un sinnúmero de canciones y cuentos que se cantan y cuentan alrededor de la fogata en los kraals de los bahima.
En la persona del rey fueron investidas fuerzas físicas, mágicas y religiosas. En canciones fue llamado el león, el más valiente de los guerreros, y así se dirigían a él sus súbditos. Fue llamado el primer toro, pues gracias a él se multiplicaba el ganado a través de incursiones y por medio de regalos. Se le llamaba el territorio de Ankole, ya que el había comido los pastizales al acceder al trono y los había defendido contra las agresiones. Se le llamaba también el tambor, porque como el tambor mantenía la unidad de los hombres bajo su autoridad, y se le llamaba la luna, porque a través de la luna poseía el poder de ahuyentar el mal y traer la buena fortuna a la tribu. La cualidad inherente de la realeza, entonces, era el poder, tanto físico como espiritual. Y se creía que cuando menguó el poder físico del rey, con su avanzada edad, también menguaron estos poderes reales. Por eso no se le permitía a ningún rey envejecer o hacerse débil. Cuando el rey se volvía débil por razón de edad o enfermedad ingería veneno que le había sido preparado por sus hechiceros y se murió, abriéndole el camino a un rey nuevo y viril que podía mantener la unidad del reino y exitosamente defenderlo contra los enemigos de fuera.
El estatus legal del mugabe le confirió la suprema autoridad política. En la útlima instancia el nombramiento a los cargos del reino estaba en sus manos, y las decisiones de paz y guerra eran suyas. De entre sus familiares el mugabe nombraba a los líderes de sus bandas militares y su jefe favorito, el enganzi. El mugabe tenía hasta derecho de veto en la selección de aquellos funcionarios que la costumbre decretaba que fueran seleccionados de ciertos clanes, tales como los guardianes de sus tambores y sus sirvientes personales. En otras palabras, mientras que el clan controlaba el oficio, el mugabe eligió a la persona que lo ocupara. Era el derecho del mugabe, además, exigir el servicio de cualquier persona en su reino y de igual manera podía exigir el servicio de cualquier mujer para su esposa y el ganado que quisiera. Como se puede esperar, podía también despedir a cualquier oficial por incompetencia, incompatibilidad personal o porque le trajeron mala suerte.
El estatus legal del mugabe también le aseguraba la posición de suprema autoridad judicial. Tenía el derecho a dictar sentencias de muerte, exilio, latigazo, tortura o maldición, y podía confiscar el ganado de sus súbditos, igual que podía prevenir la ejecución de sus súbditos por los jefes en caso de ofensas criminales, y tenía la autoridad de sobreseimiento en el caso de decisiones de los grupos de parentesco. El mugabe era el único que podía otorgar el derecho a venganza de sangre en disputas entre dos linajes. El mugabe no iniciaba la acción legal, con la excepción de casos que involucraba a sujetos suyos en rebelión; en todos otros casos la demanda tenía que hacerse ante él.
Aunque los poderes político y judiciales del mugabe eran grandes, en el análisis final sus poderes eran limitados y precisamente circunscritos. Como en el caso de las demás personas en su reino, con la posible excepción de los esclavos, el mugabe estaba obligado por la costumbre. Era su obligación defender el ganado y la vida de sus sujetos, ejecutar ciertos ritos mágicos y religiosos, ofrecerles ayuda económica a gentes afligidas y, como era la obligación de todos, pagar la dote al padre de cualquier mujer que deseara desposar. Reconocía el derecho de los clanes a ciertos oficios y aceptó el consejo de sus allegados en asuntos políticos. En asuntos judiciales su madre y su hermana tenían derecho de veto. Se dice que nadie puede ser ejecutado hasta que se haya asegurado el consentimiento de estas dos mujeres.
Hay que observar cuidadosamente, por otro lado, que mientras que el mugabe estaba obligado por la costumbre, en términos estrictos se encontraba por encima de la ley. Nadie podía iniciar una acción legal contra él, porque no existía autoridad más alta que él, por la cual podía ser acusado, procesado y sentenciado. Se podía actuar políticamente contra él, y se hizo. Las relaciones legales que ligaron a los sujetos al mugabe podían ser rotas por los sujetos, mudándose ellos a otro reino o negándose a pagar reverencia, hasta que el rey cumpliera sus obligaciones.
Mientras que el mugabe era indiscutiblemente la cabeza del estado, no se encontraba sólo. Un gran número de personas le ayudaba en el cumplimiento de sus obligaciones reales; tomadas juntas con el rey podríamos caracterizar a este círculo de personas como un gobierno efectivo. Entre estas personas, la madre y la hermana del rey eran las más importantes. Ocupaban kraals separados y mantenían un menaje casi tan elaborado como el del mugabe. En el siguiente nivel encontramos al enganzi, el jefe favorito del mugabe, quien vivía junto con él y actuaba como su consejero. Después venía un cuantioso grupo de personas conocidas como el abagaragwa, o los familiares del rey, a quiénes les incumbían una variedad de obligaciones en el kraal real. Finalmente encontramos a los jefes ejecutivos, o abakungu, que abarcaba a líderes militares y cobradores de tributo.
Por el momento aplazamos la discusión del papel de la madre y de la hermana del mugabe para dedicar nuestra atención a los dignitarios que derivaban su posición de la selección real. Al enganzi se le ha llamado alternativamente premier ministro, jefe principal, el amado y el favorecido, aquí lo llamaremos sencillamente el jefe favorito. Cuando los bahima, durante la luna creciente, ven la luna y la estrella nocturna juntas en el cielo occidental dicen que el mugabe y el enganzi se encuentran en conferencia, la luna representando al mugabe y la estrella nocturna al enganzi. Cuando la relación entre el mugabe y el enganzi está tensa, dicen que el poder y la sabiduría están luchando. El enganzi es seleccionado por el mugabe según el consejo y con el consentimiento de su madre y su hermana. El primer acto del enganzi al terminar la guerra de sucesión es establecer oficialmente al nuevo mugabe. En este sentido es un hacedor de rey. Aunque el enganzi era siempre un hombre rico y poderoso, siempre fue seleccionado de un clan diferente del abahinda, por lo que no podía ambicionar para sí mismo el oficio de mugabe. El enganzi era el principal consejero militar, y con su consejo cada nuevo mugabe seleccionaba a los líderes de sus bandas militares. Durante tiempos de guerra era el enganzi que decidía los movimientos estratégicos de estas bandas. Después de una exitosa incursión para capturar ganado, el enganzi era el responsable de la primera distribución del ganado robado. Después de la muerte del mugabe, el enganzi apoyaría el hijo favorito del mugabe en su lucha por ocupar el puesto de mugabe. En esta lucha, su poder frecuentemente se volvería la palanca contra los otros hijos. De esta manera el enganzi a menudo constituiría un eslabón entre los dos regímenes y sería así un freno contra los peores excesos en la guerra de sucesión.
En el kraal del mugabe había un grupo de jóvenes conocidos como los abagaragwe, o sea los parientes del rey. Estos hombres habían sido seleccionados de entre los hijos de personas prominentes en el reino y seguían al mugabe en todos sus viajes a través del país. De este grupo de hombres serían elegidos el futuro enganzi y los futuros abakunga. Los hombres jóvenes se conocían como los abashongore, o cantantes. Cantaban canciones en alabanza al mugabe, lo divertían con lucha grecorromana y lo acompañaban en sus cazas. Hombres más maduros se conocían como abakazhwarangwe, o guerreros, y acompañaban al mugabe en incursiones de ganado, desempeñándose como guaruras y mensajeros. Hombres más grandes todavía y que no había recibido puesto alguno del mugabe eran llamados  emikyeka, o consejeros. Atendían las reuniones entre el mugabe y el enganzi. Los jefes ejecutivos los respetaban y al mismo tiempo les temían: los respetaban porque tenían gran influencia sobre el mugabe, y les temían porque ellos inmediatamente comunicarían cualquier fracaso o error cometido por los jefes al mugabe. Un número de jefes conocidos como los abakungu, u hombres prominentes, eran responsables de la ejecución de los órdenes del mugabe. La mayoría de estos hombres eran abatware, líderes de bandas militares. Su tarea era cuidar las fronteras de Ankole contra incursiones; casi constantemente se encontraban lejos del kraal real. Cada omutware reuniría una banda de guerreros alrededor de sí, y estos vivirían con su ganado cerca de su residencia. Los abatware eran hombres poderosos e importantes y ocasionalmente se rebelerían contra el mugabe. Otra clase de abakungu eran los entuma, cobradores de tributo. Cuando el mugabe requería más ganado era la obligación de estos entuma visitar a cada ganadero, seleccionar un número de cabezas de ganado y llevarlas al kraal del mugabe. Los bairu no hacen distinción alguna entre los abatware y los entuma, a todos los llaman abakungu, pues los campesinos percibían a todos los oficiales del mugabe como cobradores de impuesto.
Otro clase importante de personas relacionadas con el manejo del Estado conformaban los parientes del rey conocidos como los abanygyinyie. Como se verá más adelante, estos familiares casi siempre estaban emparentados con él a través de su madre. Los hermanos de la madre del rey que le ayudaron al rey asegurar su dignidad de mugabe después recibieron mandos militares, y los hijos de estos hombres serían miembros del abagaragwa. Los barimi del rey (los hermanos de su madre) tenían el mismo estatus en el Estado que la madre y la hermana del rey. Tenían el derecho a cobrar tributo a los bairu y exigir ganado de los bahima sin el permiso del rey. A los miembros del ekyika (subclan) del rey les fue otorgado un estatus especial si habían apoyado al mugabe en la guerra de sucesión; si no, seráin tratados como bahima comunes y corrientes. Uno de nuestros vecinos era el hijo del hermano del actual mugabe, que sostenía que era demasiado joven para participar en la guerra de sucesión. Hoy en día el no es más que un pastor que posee un pequeño rebaño y no se distingue de ninguna manera de cualquier ordinario muhima que es miembro del kraal. El sostenía que no tenía derecho a pedir una jefatura u otro oficio o privilegios, ya que sus parientes no habían apoyado al mugabe durante la guerra de sucesión. Por otro lado, el mugabe apoyaba a las esposas de los hermanos de su padre después de que estos hubieran sido muertos o exiliados.
Aparte de estos individuos que de manera directa eran relacionados con el manejo del estado, el mugabe tenía un impresionante séquito de esposas, guaruras, mágicos y sirvientes que conformaron la membrecía permanente del kraal. Este kraal era conocido como el orurembo y consistían en un número de recintos. Como otros bahima, el rey viajaba mucho por el país. Sus movimientos eran parcialmente determinados por las necesidades de su rebaño y parcialmente por consideraciones de carácter mágico. Si su salud fuera pobre, los adivinos podrían decidir que tendría que dirigirse a uno de los lugares sagrados en Ankole para hacer sacrificio a sus espíritus emandwa, y en tal caso se mudaría todo el orurembo. Además, ya que los banyankole se encontraban casi constantemente en estado de guerra, el orurembo tenía que estar listo en cualquier momento para ser trasladado a un lugar seguro.
El orurembo consistía en el ekyikari, el recinto particular del mugabe, y los kraals amachumbi, donde vivían los abagaragwa, sus partidarios o bien su propia banda militar, y los abahuku, sus sirvientes bairu. De estos kraals, el ekyikari era el más grande y conformaba el centro del orurembo. Estaba hecho del mismo material y con las mismas técnicas que los kraals regulares de los bahima, la única diferencia siendo que las bardas eran más altas y los edificios más grandes. A la entrada principal a este recinto se la llamaba la mugaba, y día y noche estaba bajo la vigilancia de los abarizi, los porteros. Dentro del kraal, a la izquerda de la puerta, se encontraba el ekyikomi, el fogón principal. Todos los visitantes, mensajeros y litigantes tenían que quedarse allá hasta que hasta que el mugabe escuchara sus asuntos, y fue en el ekyikomi que el mugabe recibía a sus hombres, escuchaba los casos y celebraba reuniones de menor importancia. Por eso el ekyikomi constituía la parte pública del ekyikari y ocupaba alrededor de la cuarta parte del espacio del kraal entero. El resto del ekyikari estaba dividido en cinco distintos recintos. El más importante de estos recintos era el nyarubuga, donde residían las esposas del mugabe. El nyarubuga, en su turno, estaba dividido en cinco recintos de menor tamaño. Dentro del ekyiniga se encontraban los edificios de las mujeres favoritas del mugabe, que se conocían como las enkundwakazi, a quienes atendían muchachas jóvenes y eran vigiladas por ebishaku, sirvientes bairu castrados. En otro de estos recintos menores dentro del nyarubuga se encontraba el rwemhunda donde el mugabe guardaba a las muchachas jóvenes, las enshorekye, que posteriormente serían sus concubinas o sus esposas. El mugabe tenía el derecho a apropiarse de cualquier muchacha en su reino que deseara, y era una de las obligaciones de sus seguidores informarle acerca de muchachas atractivas en su reino y traérselas. Si al mugabe le gustaba la apariencia de una muchacha y si estaba seguro de que era virgen, la incluiría entre sus enshorekye. Los padres cuyas hijas serían de esta manera tomadas por el mugabe no lo consideraba una injusticia o una vergüenza; al contrario, lo consideraban un honor, y muchos bahima y aún bairu le ofrecían a sus hijas al mugabe. Las muchachas aceptadas por el mugabe o asidas por él no siempre constituían una pérdida económica a sus padres, pues si el mugabe decidía casarse con una muchacha le pagaría a su padre el enzhugano, dote, y por supuesto siempre existía la posibilidad de que la muchacha sería la madre del futuro mugabe. Las viudas de los hermanos del mugabe se ocupaban de estas muchachas y las enseñaban a bailar, cantar y tocar el arpa. El mugabe solía pasar las noches en el rwemhunda donde las enshorekye lo entretendrían.
Cuando una muchacha madurara y le gustaba al mugabe, el la escogería como su siguiente concubina. Según la costumbre entre los bahima, primero se la colocaría en un recinto separado para engordar. Este recinto, que formaba parte del nyaruhuga, se conocía como el wayetwoka, y aquí una de las mujeres ancianas la forzaría a ingerir grandes cantidades de leche. Cuando era tan gorda que solamente caminaba con dificultad, se consideraba que estaba apta para dormir con el mugabe, y entonces se convirtiría en una de las ekyinyashunzhu y sería instalada con las demás ekyinyashunzhu en el kagyerekamwe, el recinto de las concubinas del rey. Las ekyinyashunzhu estaban bajo estricta vigilancia por eunucos bairu y tenían a su servicio muchachas enshorekye. Cualquier hombre a quien se le sorprendiera en el recinto de las concubinas del rey sería muerto inmediatamente. De entre las concubinas ekyinyashunzhu el rey escogía a sus esposas, y a cualquier de las muchachas a quien no deseara desposar la regalaría a sus amigos y seguidores. Las mujeres más grandes que criaban niños vivían en otro recinto que no tenía un nombre especial y no estaba bajo vigilancia. El mugabe no se olvidaba de estas mujeres, sin embargo, pues ya habían producido niños y una de ellas estaba destinada a ser la nyamasore, la madre del futuro mugabe, por lo que gozaban de gran respeto de parte del pueblo. Al mugabe le importaba mucho que sus hijos crecieran a ser jóvenes fuertes y hábiles y el participaba activamente en su educación. Pero no importa hasta qué punto el mugabe llegara a intimar con sus esposas e hijos, nunca comía con ellos. Un mwiru le preparaba su comida, y una de las muchachas enshorekye se la servía.
El siguiente lugar de importancia en el ekyikari era el gran edificio de reuniones, nyarunzhu rweterekyero. En este edificio se celebraban todas las reuniones importantes y aquí el mugabe atendía a sus visitas especiales. Cerca del edificio de reuniones había una gran bodega de cerveza y un número de edificios más pequeños destinados para visitas. Cuando se planeaba una gran incursión de ganado, los hombres que participarían en ella se reunieron frente al nyarunzhu rweterekyero y prestaron juramento ante el mugabe, jurando regresar con ganado o morir en el campo. Frente a este edificio se investía a cada nuevo mugabe en su oficio y aquí se llevaban a cabo los casos de asesinato y traición y los siguientes castigos, así como la ceremonia de paz. La ingerencia de cerveza formaba parte de toda reunión importante, la cerveza se servía en calabazas individuales por sirvientes bairu. El ekyikomi (la gran fogata) era el espacio público donde se llevaban a cabo todos los casos de importancia menor, donde se entretenían las gentes y donde la gente común tenían la oportunidad de mostrarle al mugabe su respeto y reverencia. Por otro lado, el nyarunzhu rweterekyero era el centro oficial del Estado de Banyankole, donde solamente los hombres más prominentes se reunían para discutir los asuntos de este Estado.
El  mugabe nunca estaba totalmente alejado del peligro. Su posición estaba amenazada no solamente por el peligro de enemigos desde fuera, sino también porque sujetos rebeldes pusieron en riesgo su poder. Jefes que no habían recibido lo merecido en la repartición de ganado capturado o a quienes se les había quitado su tierra o sus posesiones estaban en cualquier momento dispuestos a vengarse al rey. A veces sucedía en la guerra de sucesión que uno de los hermanos del mugabe se huyera a otro reino e intentar posteriormente volver y asesinar al rey. El mugabe mantenía contra estos enemigos externos e internos una fuerte guardia, permanentemente acantanoda en el orwekubwo; estas instalaciones se encontraron al lado de la residencia de las mujeres, el nyarubuga, y a este recinto se retiraría el mugabe cuando los guardias de la entrada principal sonaran la alarma. En el orwekubwo había una choza especial para las lanzas hechas por los herreros del mugabe. Por lo regular, la guardia particular del rey estaba comendada por el hermano de la madre del rey quien le debía su posición elevada al rey, por lo que se esperaba que le fuera leal y confiable.
Como se verá más adelante, la religión jugaba un papel importante en la vida del mugabe. Se tenía que hacer sacrificios a sus ancestros y a su emandwa, no solamente para asegurar su bienestar físico sino también para asegurar el éxito de su empresa y la salud de su ganado. Un recinto especial, el kagondo, fue apartado para este fin. En este recinto se encontraban los endaro, los edificios para los espíritus ancestrales y emandwa. Estos edificios emandwa eran lo suficientemente grandes como para que pudieran vivir en ellos permanentemente las esposas espíritu del mugabe. Los edificios emandwa tenían la misma forma que las chozas de las gentes comunes y corrientes, es decir que consistían en una haz de hierba amarrado cerca de un extremo y colocado de tal manera que conformaba una choza cónica donde se podía meter un jarro de leche o de cerveza. En el kagondo se ejecutaba el ritual okubandwa para los espíritus emandwa y aquí se mataba el ganado destinado a los sacrificios y a actuar como el líder en el ritual okubandwa. Tambien la parte del ritual de la luna que incluía el okubandwa se llevaba a cabo en el kagondo.
La leche y la carne que el mugabe consumía personalmente provenía de su propio rebaño. Para este fin mantenía un considerable número de cabezas de ganado en el ekyikari, en un corral llamado eka y'enkorogyi. La palabra enkorogyi significa el rebaño que permanece con el dueño, a diferncia del enshubi, o sea los rebaños dispersos por todo el país. Cuando los bahima hablan de sus rebaños, estas palabras son de uso general. El rebaño del mugabe, como el rebaño de cualquier muhima, consistía en ganado apartado para los espíritus ancestrales y emnadwa, y otro ganado destinado a fines puramente económicos. Una de las características del rebaño del mugabe era que contenía muchos animales blancos y negros. Ya que el ganado de estos colores se utilizaba para fines rituales especiales, cualquier muhima que le llevara un animal de uno de estos colores sería bien recibido y remunerado con ganado de otros colores. Este rebaño especial se guardaba en el ekyikari, el recinto particular del mugabe, y claramente separado de su gran rebaño que se guardaba en uno de los numerosos corrales que se encontraban alrededor del kraal. El ganado del rebaño grande se utilizaba para el mantenimento  de los seguidores del mugabe y como regalos a bahimas que lo visitaron. Constantemente era renovado con ganado confiscado de sujetos en rebelión y que fuera recibido en calidad de multas, pago por casos legales o en la forma de okutoizha (pago de reverencia).
Hasta aquí nos hemos ocupado de las formas internas del ekyikari (el recinto real). Dentro de él se encuentra el nyarubuga, con todas las varias residencias de las esposas del mugabe, el nyarunzhu rwetirekyere (la choza para reuniones, los cuartos de la guardia), orwekubo (el espacio ritual), kagondo, y el eka y'enkorogyi (el recinto para el ganado). Justo dentro de la entrada principal, mugaba, se encontraba el ekyikomi, el fogón grande, donde los sujetos del mugabe se reunieron con él para pedirle favores y para mostrarle su respeto. El ekyikare era el centro del orurembo o el lugar real; alrededor de él se encontraban los kraals secundarios llamados los amachumbi.
En uno de estos kraals amachumbi vivían los guerreros particulares del rey abarcando varios cientos de hombres, bajo el mando de un seguidor predilecto del mugabe. Estos hombres habían jurado defender al mugabe hasta la muerte y fueron seleccionados de otros cuerpos militares por su valor. Esta banda se encontraba constantemente cerca del mugabe y sus miembros tenían consigo sus mujeres y el ganado que necesitaban. Se quedaron hasta que la edad les prohibiera desempeñar servicios militares. La banda particular del mugabe sería utilizada como una última línea de defensa cuando algún enemigo invadiera Ankole. En casos de peligro cambiarían el ganado y las gentes del mugabe a una parte segura del país, dispersando su ganado en pequeñas rebaños y escondiendo cuidadosamente los tambores reales y el velo real, Rutare.
Los magos del rey tenían para ellos mismos un kraal. La mayoría de estos magos (abafumu) eran bairu que habían sido forzados a servirle al rey por vida. Cualquier omufumu que se hubiera hecho famoso podría ser llamado por el mugabe para servirle. No solamente estaban representadas todas las especialidades, como necromancia, hechicería, magia blanca y la evaluación de la mala medicina por el olor, sino también cada departamento tenía sus propios especialistas. Habían adivinos que vieron el futuro, utilizando el entondo, un pequeño insecto, y otros que interpretaron las entrañas de una vaca blanca o una oveja, y habían también adivinos que utilizaban conchas de cauri. Habían hechiceros que practicaban con sus cuernos llenos de medicinas secretas, y otras que utilizaban arcos. Habían expertos en magia blanca capaces de purificar y de hacer encantamiento contra influencias malas o de hacer amuletos contra la mala suerte. Especialmente importante era el omutsiriki (el hechicero del ganado). El mugabe mismo no poseía parafernalia mágica, y cada hechicero producía sus propias medicinas. Ocasionalmente era necesario que el mugabe estuviera presente en las sesiones de adivinación. Mientras que algunos de los magos del mugabe estaban ocupados las veinticuatro horas protegiendo la persona del rey contra cualquier peligro, sobre todo en tiempos de guerra la mayor parte de ellos estaban atareados.

IV El tributo.
El trabajo requerido para el mantenimiento del menage real era considerable. De las tareas inferiores, como la tala de leña, el transporte de agua y el trabajo de carnicero, se encargaron los abahuku. Estos hombres eran esclavos y se les cortaron las orejas para evitar que se escaparan. Se decía que eran campesinos que habían sido capturados de los reinos vecinos para este fin. Vivían cerca del recinto real y trabajaban bajo la supervisión de un capataz mwiru. Aparte de estos trabajadores comunes el mugabe tenía también trabajadores especializados. Los más importantes de estos eran los herreros del rey, abahesi, que hacían lanzas, cuchillos, así como brazaletes y anillos para los tobillos de hierro. Los talladores de madera también eran importantes, pues hacían cubetas para la leche, tambores, cuchillos de madera y elaboraban decoraciones de madera, marfil y hueso tallado. Habían también curtidores, especialistas en la producción de tela de corteza, zapateros, cerveceros y ayudantes sanitarios. Ciertos clanes poseían la prerrogativa de algunas de estas especialidades. Las sandalias del rey eran hechas de la piel de un cierto tipo de antílope, por un hombre seleccionado del clan abaigara, cuyos miembros también cultivaban y preparaban el tabaco del rey. Un hombre del clan abasingo tenía la obligación de lavar al mugabe cada mañana, después de lo cual un hombre del clan abararira le servía una pócima mágica. Los músicos del mugabe eran hombres del Distrito Koki que habían aprendido a tocar la flauta baganda. Sus cazadores venían de Buwhezhu y Bunyaruguru con sus redes y perros. Así que el trabajo que requería el mugabe se dividía en dos classes: trabajo de esclavos y oruharo, trabajo forzado. Los esclavos eran la propiedad del mugabe y no recibían pago alguno. Los artesanos, hechiceros y sirvientes que el mugabe invitaba a trabajar para él, recibían un pago conocido como engabirano. Sin embargo, este pago no sería hecho hasta que el sirviente en cuestión recibiera permiso para retirarse, y este permiso se daba por edad avanzada o si dejaba en su lugar a un hijo o una persona calificada. El engabirano consistía en vacas infértiles, novillos castrados, borregos y chivos, cuando se trataba de sirvientes bairu y vacas cuando se trataba de sirvientes bahima. Los jefes bahima y los ganaderos ricos hacían uso también del oruharo, pero solamente con el consentimiento del mugabe.
Aparte del trabajo el mugabe necesitaba grandes cantidades de alimentos y cerveza, no solamente para el mantenimiento del kraal real, sino también para atender a sus jefes y a las gentes que lo visitaron, y para ayudar a sus seguidores y a personas necesitadas. Los alimentos esenciales, como la leche, la carne y la sangre, provenían de el rebaño particular del mugabe y de las de sus principales jefes. Pero otros alimentos, como el mijo y la cerveza, le llegaban de los bairu en la forma de tributo. El enganzi (el jefe favorito) era el responsable del cobro de tributo para el kraal real y este nombraba a cobradores bairu que, en su turno, tenían la responsabilidad de los aspectos prácticos del cobro. Se los llamaba abakungu a estos cobradores subsidiarios. Cada omukungu nombraba cobradores locales que llevaron el necesario mijo y cerveza y determinados puntos de concentración de donde se podría transportar al kraal del rey.
Ya que los jefes se encargaban del cobro del tributo, el país se encontraba por necesidad dividido en áreas. Cada jefe muhima tenía, mientras que se encontraba en una determinada localidad, el derecho a cobrar tributo, pero tenía que entregar una parte del tributo al mugabe. Aparte del tributo que recibía de los jefes, el mugabe mismo les cobraba tributo a los campesinos del distrito Shema. En esta área el mugabe tenía a dos cobradores de tributo bairu que cobraban según la luna. Cuando la luna estaba creciendo, uno de ellos cobraba el tributo lalmado orubabo, y cuando la luna estaba menguando, el otro lo cobraba y se llamaba ekyirabamu. El monto cobrado dependía de las necesidades del establecimiento del mugabe, y se les informaba a los cobradores. Antes e inmediatamente después de una incursión para capturar ganado se necesitaba una mayor cantidad de trbuto que durante periodos regulares. En el caso de que los campesinos no pagaran el monto requerido, sus campos fueron destruidos y ellos fueron golpeados, y en el caso de que repetidamente no pagaran los tributos exigidos los campesinos revoltosos frecuentemente fueron matados.
La calidad del mijo variaba mucho en las diferentes regiones de Ankole, y también los conocimientos de la producción de cerveza. Cuando el mugabe encontraba una cerveza que le gustaba, nombraría a los que la habían hecho sus cerveceros particulares. Estos campesinos tenían que producir con mucho esmero la cerveza del mugabe y la llevarían a él. Frecuentemente estos cerveceros particulares se convertirían en sus favoritos y finalmente recibirían un pago de engabirano.
Es muy difícil estimar hoy el monto del tributo cobrado, los sufrimientos que les causó a los bairu y su reacción al cargo de tributo. Los campesinos declaran unánimamente que el cargo fue pesado, pero "era mejor pagar el tributo que morir". Los ancianos se quejan más de los cobradores e insisten que exigieron más de lo que el mugabe había pedido, guardando para sí mismos el excedente. Cuando los cobradores se volvieron demasiado descarados los campesinos se quejarían al mugabe, y este nombraría nuevos cobradores. Se dice que tanto los campesinos como los cobradores practicaron hechicería unos contra los otros, y a un cobrador particularmente abusado lo matarían a lanzazos. A los bairu les molestaba más los abusos relacionados con el cobro del tributo que la existencia del tributo como tal. Aceptaban el pago del tributo como una parte normal de la vida, como hoy se acepta el pago de impuesto. Se admitía que era un fardo, pero se tenía que pagar para que la vida pudiera seguir su curso.
Okutoizha, o el pago de reverencia al mugabe por parte del cliente, constituía una fuente de ingreso considerable. Una vez más, es imposible averiguar el monto exacto. Cada muhima, al convertirse en omutoizha, o cliente, le presentaría al mugabe de una a tres cabezas de ganado, dependiendo del tamaño de su rebaño. Los ganaderos pobres que no tenían recursos para regalar ganado le daría al mugabe leche, mantequilla o cueros de becerra. El pago de okutoizha se hacía periódicamente, y tanto tiempo como el muhima deseara seguir siendo cliente del mugabe. El okutoizha se distinguía del tributo, pues se pagaba voluntariamente por el cliente en la convicción de que la protección recibida valdría el pago.
Aunque el okutoizha era esencialmente un instrumento político, un medio para establecer la relación entre el mugabe y un cliente, lo que aquí nos interesa es su aspecto económico, una institución específicamente diseñada para el mantenimiento de la estructura estatal. Como el ganado llegaba al kraal del mugabe y le era regalado se convertía en su propiedad personal; el conocía los nombres y las características de los diferentes animales y también sabía qué grado de crecimiento de su rebaño representaban. El mugabe mismo, sin embargo, no utilizaba este ganado para su propio alimento, sino lo mandaba con el fin de incrementar sus diferentes rebaños a través del país de Ankole. Para el fin de mantener la cuenta de su ganado el mugabe tenía un cuerpo de hombres llamados entuma, que sabían exactamente dónde se encontraba cada vaca y de quién había sido recibida.
Desde un punto de vista puramente económico, el ganado recibido a través del okutoizha constituía un fondo de ahorro al cual los ganaderos podían acudir en tiempos de crisis. Cualquier de los clientes del mugabe podía acudir a él cuando necesitaba ganado, explicándole su apuro. Después de escuchar cuidadosamente el caso, el mugabe le presentaría al necesitado un número de cabezas de ganado para que estableciera un nuevo rebaño. El número de cabezas de ganado que el mugabe le regalaría dependería de la riqueza anterior del hombre y su relación con él. Si el hombre le había rendido al rey muchos y grandes favores, recibiría más ayuda que si se trataba de un hombre desconocido. El trato diferencial de parte del mugabe era una fuente de envidia y discordia entre sus allegados y frecuentemente llevaba a una rebelión abierta entre pastores y ganaderos descontentos. Era la tarea especial del enganzi, el jefe favorito, asegurar que se les ofreiera un trato igual a todos los seguidores de su señor.
El fondo de ahorro del ganado okutoizha se utilizaba también para pagos de engabirano a sirvientes, hechiceros y otros seguidores. Los jefes importantes, como los líderes militares, recibieron extensos rebaños del mugabe en el momento de su retiro. Jefes excepcionalmente exitosos de expediciones de ganado recibieron del mugabe grandes cantidades de ganado en reconocimiento por haber acrecentado el rebaño de él. Para los numerosos matrimonios del mugabe se requerían grandes cantidades de ganado para pagar las dotes, y de su rebaño provenía el ganado para las grandes fiestas que se celebraban antes y después de una expedición de ganado. Finalmente, por tensas y hostiles que fueran las relaciones con los reyes vecinos, también habían tiempos de paz durante los cuales los reyes intercambiaban regalos de ganado y se ayudaban mutuamente contra otros reyes o sujetos revoltosos. Los bahima tiene un dicho: "la oscuridad hace a las montañas tocarse", lo que significa que los reyes tienen asuntos entre ellos que son desconocidos a los hombres comunes y a través de los cuales el ganado cambia de un rey a otro. El mugabe no utilizaba el ganado okutoizha para fines rituales. Todo el ganado que apartaba para los espíritus de sus ancestros o de sus emandwa, o que permitiera que se utilizara para adivinación provenía de su rebaño personal, el enkorogyi.
Otro ingreso económico del mugabe, aunque no muy extenso, era el pago del okutoizha de parte de los bairu. Más adelante trataremos el aspecto político de esta categoría de regalo. Cuando un mwiru visitaba el kraal del rey, le llevaría un chivo o un borrego, mijo, cerveza, frijol, etc. en calidad de regalos. El mugabe utilizaba estos artículos para hacer los necesarios pagos, especialmente a los adivinos y hechiceros bairu y para alimentar su numeroso séquito de trabajadores y esclavos bairu. Cualquier mwiru que había frecuentemente visitado al mugabe y le había pagado de esta manera tenía el derecho a solicitar su ayuda cuando se encontrara en apuros económicos.
Finalmente llegamos al ingreso conocido como ekyitoro. Como indica el nombre, el ganado ekyitoro provenía de los abatoro, ganaderos capturados. Los entuma del rey, cobradores de ganado, visitarían periódicamente los rebaños de los abatoro, confiscando tantas cabezas de ganado como requeriría el rey. No se prestaba mucha atención a las necesidades de los ganaderos capturados, y frecuentemente le quitarían a un abatoro su rebaño entero. Los bahima consideran el pago del ekyitoro como un evento terrible y dicen que "los entuma son como leones que atacan de noche cuando los hombres están borrachos". El ekyitoro se prestaba a los peores abusos dentro del cobro de tributo. Los entuma agarraron lo que quisieran, quedándose ellos mismos con muchas cabezas de ganado y si un ganadero amezara con delatar a los cobradores al mugabe sencillamento lo mataron a lanzazos. Los bahima también utilizan la palabra ekyitoro hablando de un impuesto obligado que el mugabe les cobraba sobre su ganado. Si el mugabe había perdido grandes cantidades de ganado debido a enfermedad o incursiones, reclamaba el derecho, en su calidad de protector supremo de todos los rebaños de Ankole, de mandar a sus entumes a que le trajeran tanto ganado que se necesitara en el kraal real. Nunca escuché a algún bahima protestar contra esta ley. Insisten en que raras veces el mugabe hacía uso de esta facultad, y que siempre se ejercía tomando en cuenta las necesidades de los ganaderos. El ekyitoro era un privilegio real y se hacía extensiva a la madre del mugabe y a su hermana y los hermanos de la madre. El honor más grande que el mugabe le podía conferir a un jefe era el derecho a cobrar ekyitoro. Muy pocos hombres recibieron este honor de por vida, pero muchos a guerreros capaces les fue conferido temporalmente. Mientras que un hombre poseía el derecho a ekyitoro podía tomar el ganado que se le antojara dentro del reino, con la excepción del ganado del rey. Junto con este privilegio iba el derecho a matar a quien se opusiera a la confiscación de su ganado. Los bahima insisten en que los hombres que recibieron este derecho lo utilizaba para dañar a sus enemigos, confiscando su ganado y matando a cualquiera que anteriormente les hubiera hecho daño.

V El culto a Bagyendanwa.
Un huésped en el kraal real en la colina Kumukuzi, cerca de Mbarrera, observaría hoy una vieja choza decrépita, con paredes de barro y techo de paja, el santuario de bagyendanwa. Si entrara en el ambiente de penumbre nebuloso y tiznado del santuario, vería un número de tambores rodeados de cubetas de leche y parcialmente tapados con tela de corteza en una tarima. Frente a los tambores notaría a un número de nativos legañosos acuclillados al lado de un fogón que dicen nunca se le permite apagar, excepto en el caso de la muerte de un mugabe. Un europeo familiarizado con las costumbres de los banyankole le contaría que aquellos tambores son los tambores reales de Ankole y que ningún hombre blanco ha sido capaz de resolver su misterio. No avanzaría mucho, tal vez nada, hacia su comprensión del verdadero significado de los tambores para los banyankole, el tremendo poder mágico que los nativos les atribuye a bagyendanway el papel que juega en la vida del pueblo.
Bagyendanwa es el amuleto o el fetiche tribal de los banyankole; se dice que en el pasado se hacían sacrificios humanos a él en las ceremonias de sucesión. "Mientras que bagyendanwa quede en Ankole - dicen las gentes - "el país y su pueblo prosperarán". Los banyankole no piensan en bagyendanwa como un símbolo de unidad abstracta, sino como un poder concreto capaz de ayudar a las gentes que lo necesiten. "Bagyendanwa es como el mugabe, solamente más grande. Ankole es el país de bagyendanwa y nosotros somos el pueblo de bagyendanwa. El mugabe es su sirviente", es la manera en que describen los banyankole el poder del tambor sobre el rey y su pueblo.
Es difícil entender las creencias que los banyankole abrazan acerca del Bagyendanwa. Están dispuestos a negar que el tambor tenga un alma, como un ser humano, pero dirán que vé y oye y que sabe lo que pasa en Ankole. Las ideas acerca de bagyendanwa son muy similares a sus ideas acerca de los cuernos de los hechiceros. Como estos cuernos llenos de medicina, bagyendanwa tiene el poder para ejecutar actos pero, a diferencia de los cuernos, el poder del tambor es inherente y no se debe a la aplicación de ningún medicina. Los banyankole no tienen una palabra especial para indicar este poder, lo describen como la capacidad de ejecutar ciertos actos. La mala influencia de los hombres, las cosas y los eventos puede reducir esta capacidad o este poder, no obstante su carácter inherente, por lo que el tambor tiene que ser periódicamente purificado. Además, para su bienestar el tambor requiere ganado, leche, carne, mijo y cerveza. Aunque recibe estos sacrificios en la forma de sacrificios hechos por individuos que solicitan su ayuda, los banyankole creen que el tambor requiere alimentos para mantenerse fuerte. Bagyendanwa tiene que mantenerse caliente, por lo que está por lo regular cubierto de una tela de corteza, y se dice que con el fogón se siente mejor. Se considera que bagyendanwa es de sexo masculino, por lo que se le ha escogido un tambor hembra que se mantiene siempre a su lado, y a los ayudantes no se les permite hablar fuerte en la presencia del tambor; se cree que castigaría tal falta de respeto.
El mugabe es un muhima y le preocupan los intereses de los bahima; los bairu son sus siervos. Bagyendanwa es imparcial. Le interesa tanto el bienestar de los bairu como el de los bahima. Los pastores capturados, abatoro, también tenían el derecho a ofrecerle sacrificos a bagyendanwa y utilizaban esta práctica con el fin de agraciarse con el mugabe y así hacer el primer paso hacia el estatus de cliente, mientras que a los esclavos, que no tenían estatus legal alguno, no se les permitía adorar al tambor real. Aunque bagyendanwa regara por igual sus bendiciones sobre los bahima y los bairu, sin embargo sí hacía una distinción entre unos y otros. Los banyankole dicen que "los bahima son el ganado de bagyendanwa, y los bairu son sus chivos"; "los bahima deben sacrificar ganado y los productos de su ganado, y los bairu los productos de sus hortalizas". Así que, mientras que bagyendanwa era el amuleto de la tribu entera, no se puede decir que considerar a sus hijos por igual.
El poder del tambor es evidente en las actividades llevadas a cabo por él. Cuando un jefe quisiera pedirle un favor al mugabe o solicitar su promoción, primero se dirigiría al santuario de bagyendanwa y le ofrecería una vaca para sacrificio. Personalmente llevaría el animal ante el tambor y le diría: "te he traído una vaca, que uno de los abachwezi, los que nos antecedieron, acepte esta vaca, esta vaca limpia y roja mía que yo mismo he criado, en el orurembo (en el kraal), para que el rey no se dirija a sus nyarubuga (su recinto privado)".
Una vez que un sacrificio se hubiera hecho, el sacrificante se sentía lo suficientemente envalentonado para presentar su demanda. Eso no significa, por supuesto, que no se acudía a ningún otro tipo de magia, pero que el sacrifico al bagyendanwa era un paso esencial en empresas inciertas y arriesgadas. Si la solicitud era respondida le llevaría otra vaca al bagyendanwa como sacrificio de gratitud: "te llevo a esta, o rey, porque me escuchaste; los Grandes me escucharon, tendrán lo que yo tengo".
De igual manera, cualquier hombre que llevara a cabo una incursión para robar ganado siempre le ofrecería a bagyendanwa un sacrificio, pidiéndole al tambor que lo protegiera "hacemos una expedición para tí, vamos a engrandecer tus rebaños, haremos tu país fuerte", dirían. No solamente en ocasiones de expediciones para capturar ganado acudirían los bahima al tambor en búsqueda de ayuda, también si se mudaran a otra parte del país, en caso de abrir un pozo nuevo o en cualquier empresa con gran riesgo y peligro. Los bairu le pedirían al tambor su su ayuda para asegurar el éxito en caso de mudarse a otra parte del país, partir a una expedición de caza o solicitar su ayuda cuando fallara la cosecha. Los bairu le ofrecería cerveza y mijo, y si tuvieran éxito le ofrecerían un segundo sacrificio para darle al tambor las gracias por haber escuchado su solicitud.
No solamente ayudaba bagyendanwa a las gentes en sus esfuerzos, también se pensaba que castigaba a los malosos y vengaba las injusticias. Si un hombre sentía que hubiera sufrido alguna injusticia de parte de otro hombre, pero que no podía comprobarlo ante el mugabe, se dirigiría al tambor, suplicándole que castigara a su enemigo. Las causas y ocasiones comunes para acudir al tambor entonces eran robo, adulterio, hechicería y calumnia. Se dice que los bairu más frecuentemente que los bahima buscaban la justicia del tambor, pues el mugabe a menudo no escuchaba las quejas de sus siervos. Bagyendanwa castigaba a las gentes, causándoles enfermedad o la muerte de su ganado o haciendo que las fieras salvajes destruyeran sus animales y sus cosechas. Si un hombre se dió cuenta, a través de la adivinación, que el tambor lo estaba castigando por alguna injusticia cometida contra otro hombre, se dirigiría a este otro hombre para compensarle por las pérdidas que había sufrido y los daños causados por él. A veces los dos hombres, así reconciliados, irían juntos al santuario de bagyendanwa para hacer un sacrifico y jurar por el tambor nunca volver a dañarse mutuamente, y talesj hombres continuirían sacrificando al tambor durante algún tiempo después, ya que, como decían, "el tambor había traído la paz, donde antes había odio". Todas las demandas y respuestas hacían necesario un sacrificio ("toda consulta causa honorario").
Aunque nada hubiera salido mal, las gentes ocasionalmente le llevarían sacrificios al tambor para solicitar su protección contra los malos designios de hombres, espíritus y las fuerzas malignas que según las creencias de los banyankole residen en todas partes de este mundo y que se les revelan mediante agüeros y presagios. Entre más rico sea un hombre, más grande es el peligro que lo rodea y más cuantiosos y frecuentes deben ser sus sacrificios al tambor. Los jefes ricos que sufrían la envidia de sus rivales se esmeraban particularmente para llevarle grandes sacrificios de ganado al tambor con el fin de que no se hablara mal de ellos al mugabe.
Se dice también que el Bagyendanwa les aseguraba fertilidad a las mujeres infértiles. En tiempos pasados, las mujeres que no tenían hijos le llevaría al tambor un sacrificio, solicitándole que les diera fertilidad. Los abaruru, los miembros del clan que tenía la prerrogativa de cuidar el tambor, tenían también el poder para inducir la fertilidad, y sobre pedido proporcionaban amuletos hechos de medicinas de hierbas preparadas en el santuario y que poseían un poder relacionado con el tambor. Aparte de la capacidad de inducir la fertilidad, bagyendanwa miraba favorablemente el matrimonio y les daba preciosos regalos a las gentes importantes después de su fiesta de boda. Cuando se casaba un jefe, iría con su novia a bagyendanwa donde un omururu le mostraría un palo de tambor, omurisyo, como símbolo de fertilidad y le regalaría al novio tela de corteza, cubetas de leche y mijo. Cuando se casaba una princesa, se les mostraba a la pareja recien casada la lanza sagrada, nyamaringa, y al novio se le regalaría una vaca que se llamaba la vaca de la lanza sagrada. Cualquier pareja que hubiera gozado una vida matrimonial de largos años y que tenía muchos hijos iría al tambor para darle las gracias por su ayuda y hacer un sacrificio de cerveza y mijo o una vaca. A los hijos nacidos mediante el buen oficio de bagyendanwa se los llamaba bene bagyendanwa, o hijos del tambor. Se consideraba que tenían mejor fortuna y seguridad para acumular grandes rebaños y ser guerreros exitosos.
Bagyendanwa, igual que el mugabe, les ofrecía a las personas en apuros económicos una cierta ayuda. Se acumulaban los sacrificios de ganado y alimentos en el santuario del tambor. Una parte de los alimentos fue consumida por los guardianes de tambores abaruru y los esclavos que llevaban leña y agua, pero otra parte importante de estos recursos regresaba al pueblo de Ankole. Las vacas fueron ordoñadas, los becerros muertos y la cerveza y el mijo se acumulaba en cantidades mayores de lo necesario para cubrir las necesidades de estos ayudantes. En ocasiones de boda, como ya hemos visto, se regalaban los alimentos y el ganado. Pero de mayor importancia aún que esos regalos del tambor era el ganado dado a bahima que habían perdido su ganado debido a incursiones de enemigos o a causa de enfermedades, y los alimentos entregados a bairu cuya cosecha había fallado. El guardián del tambor escucharía el caso de una persona afligida y decidiría si su solicitud era fundamentada o no. Se dice que no se le extendía ayuda alguna a una persona que tuviera parientes ricos que le puedieran ayudar o si fuera un allegado al mugabe. Aquí vemos una vez más el poder y la importancia de los guardianes de tambores abaruru. Se creía que no solamente poseían el poder mágico del bagyendanwa, sino también la capacidad de actuar con justicia y apreciar los errores y las debilidades humanos. El santuario de bagyendanwa proporcionaba un centro para el almacenamiento de la riqueza y su redisrtibución en tiempos de apuros económicos.
Ya ha sido mencionado que el culto a Bagyendanwa tenía el efecto de unificar la organización política de Ankole. ¿De qué manera, específicamente, cumplía el tambor esta función? Los particulares fines teleológicos del tambor no explican por sí mismos esta acción integradora. Se creía que el tambor a través de sus poderes mágicos contribuía al bienestar del pueblo en general y la adquisición de bienes materiales, a la promoción social de los individuos, a su fuerza y fortuna en las guerras y a remediar las injusticias, castigar a los maleantes, a asegurar la fertilidad de las mujeres y del ganado, y a proteger a los hombres del mal que existe en este mundo. Pero también eran instrumentales en la promoción de los intereses y los esfuerzos de los hombres, tales como los espíritus emandwa, los fantasmas, los lugares sagrados, los amuletos y prácticas mágicas de varios tipos. El poder del tambor, entonces, no estriba tanto en lo que hacía, sino más bien en el hecho de que lo hacía sólo y en beneficio de la tribu entera.
En primer lugar, había solamente un bagyendanwa, mientras que los cultos a los espíritus, los cultos ancestrales, las amuletas mágicas y los santuarios eran numerosos. Por cierto, las creencias y prácticas relacionadas con estos agentes formaron asociaciones, pero no había nada en estos grupos que enfatizaba y apoyaba la unidad que representaba la estructura política. Pero al bagyendanwa lo compartían todos los hombres en Ankole - era tan común y compartido como la tierra de Ankole y el rey de Ankole. Su santuario era el centro de la tribu, donde se presentaban intereses individuales y tribales que se promovían a través de acciones rituales, y bagyendanwa era el foco de todas aquellas creencias que procuraban el bienestar de los hombres. "Bagyendanwa es nuestro, nosotros somos los hijos de bagyendanwa", decían los banyankole, expresando sus aspiraciones comunes y su lealtad a un agente unificador que era al mismo tiempo concreto y poderoso. En segundo lugar, bagyendanwa pertenece a Ankole y a los banyankole. Diferencía el reino de Ankole de todos los otros reinos. "Bunyoro - decían las gentes - tiene su Ruhaga; Karagwe tiene su Nyabatama; Ruanda tiene su Karinga; pero Ankole tiene a bagyendanwa". Aquí, otra vez, los demás cultos contribuyen poco como baluartes de la unidad política, pues extienden más allá de las fronteras de los territorios políticamente diferenciadas. Los pueblos de todos estos reinos tenían el culto a los ancestros, y Bunyoro, Toro, Karagwe y Ruanda compartían el culto a los espíritus emandwa. Así que, mientras que por un lado el culto a bagyendanwa conformaba un centro común de las creencias y prácticas en Ankole, sobreponiéndose a las creencias y prácticas seccionales, por otro lado distinguía al pueblo de Ankole de los habitantes de los reinos vecinos.
No es suficiente en sí afirmar que el culto a Bagyendanwa promovía la unidad tribal para mostrar que el culto contribuyera al mantenimiento de algún tipo particular de organización política. Los cultos tribales que enfatizan la unidad de un grupo, relacionando este grupo con sus orígenes míticos, son bastante comunes a través de toda Africa y en otras partes del mundo. La unidad que representaba bagyendanwa no pertenecía a este tipo general. El culto al tambor era específicamente un culto al rey. Sancionaba el particular matiz de las relaciones políticas que existían en Ankole, articulándolas con sus orígenes legendarios, o sea con los abachwezi. Bagyendanwa era el tambor de los abachwezi, y como tal es la prueba palpable de que estos alguna vez existieron y fundaron el reino de Ankole. No importa gran cosa si las creencias populares acerca de los abachwezi representan hechos o pertenecen al dominio de la ficción. Para los banyankole la creencia de que los abachwezi fundaron el reino de Ankole hace determinado número de generaciones es un hecho y es el credo sobre el cual se erige su estructura política.
Para los banyankole el Bagyendanwa representa a los abachwezi; los abachwezi, en su turno, resumen las creencias y los valores inherentes en la realeza en Ankole. Se desprende con claridad de lo que se ha dicho acerca de las funciones del tambor, que este ejecutaba las acciones de un rey ideal. Aparte de cumplir las obligaciones de liderazgo, el mugabe posee poderes mágicos que protege al pueblo contra el mal. El tambor posee este mismo poder en un grado aún mayor. Tanto el rey como el tambor derivan este poder de la misma fuente, el rey siendo miembro de la dinastía abahinda que lo articula por descendencia a los abachwezi, el tambor siendo una reliquia de aquellos tiempos pasados que representan los valores encarnados en la realeza banyankole.
Para los banyankole el Bagyendanwa es más grande que la persona real: "el rey muere, pero bagyendanwa siempre estará con nosotros", dicen, subrayando la permanencia del tambor en comparación con la naturaleza temporal del rey individual. El mugabe es también el "sirviente del tambor", en el sentido de que lo guarda y lo protege. Como veremos más adelante, en lo referente a los derechos a sucesión es el tambor que hace al sucesor legítimo del mugabe, es bagyendanwa que le imprime el sello final. La guerra de sucesión gira en torno a la posesión del tambor, y muchos banyankole sostienen que si un rey extranjero lograra capturar el tambor real automáticamente sería el rey de Ankole. En sus cuentos acerca de guerras en tiempos pasados, los banyankole constantemente subrayan la importancia de esconder a bagyendanwa para que no fuera capturado. La prueba más contundente del postulado de que el tambor es más grande que el rey es tal vez el poder que posee bagyendanwa para asegurar el santuario. Si un munyankole que hubiera sido condenado a muerte por el mugabe lograra refugiarse en el santuario de bagyendanwa y tocar y tocar el tambor no sería ejecutado. El mugabe lo perdonaría y estaría libre y le serían devueltos sus derechos originales. Este santuario era efectivo en la protección de un hombre solamente cuando hubiera sido condenado a muerte, y solamente que el mugabe lo hubiera condenado. Cuando un padre o un jefe de familia impusiera tal sentencia a uno de sus subordinados, el tambor no le ofrecía ningún santuario al condenado.
VI La sucesión.
La importancia que los bahima depositaron en la salud, la fuerza y el valor del mugabe llegaba a tales extremos que afectaba al ejercicio de su oficio y la selección de su sucesor. Esta preocupación excesiva por las virtudes físicas de la persona real es parcialmente consecuencia de su posición como un permanente líder militar, y parcialmente por los poderes mágicos que se le atribuían en su calidad de protector de la tribu contra fuerzas malignas. Como ya ha sido mencionado, no se le permitía a ningún mugabe morir de enfermedad o edad. En el momento que sus esposas y seguidores observaran síntomas de debilidad, se le administraría al mugabe un veneno que produjera su muerte. Los bahima comparan al mugabe al toro que guía al rebaño. Dicen que "el mugabe es como el toro que guía al rebaño; cuando el engundu (el toro que guía) será vencido por un toro más joven, matamos al engundu y dejamos que el más fuerte de los toros jóvenes ocupe su lugar".
Después de la muerte del rey se tenía que elegir a un sucesor. La selección sería regulada por dos principios. Primero, el nuevo mugabe debe pertenecer al linaje real; y segundo, debe ser el hijo más fuerte del rey anterior. La filiación patrilineal aseguraba el cumplimiento del primer principio. El segundo principio requería algún método mediante el cual sería posible probar la fuerza y el valor de los hijos del mugabe. Los principios de primogenitura y de favoritismo, ambos factores importantes en la selección de sucesores en la familia extensa de la población rasa, tenían su importancia en la familia real, pero fueron eclipsados por las demandas políticas y rituales relacionadas con la realeza. Los bahima exigieron que el más fuerte de los hijos del rey sería su líder, y que la prueba sería la de la guerra. Los hermanos tendrían que luchar hasta que solamente uno de ellos quedara vivo para reclamar el tambor y el oficio de mugabe.
En el kraal real se prepararon los hijos para luchar por el oficio de mugabe y encontrar Bagyendanwa. Mientras tanto el reino de Ankole no podía quedar sin rey. Después de las ceremonias mortuorias se ejecutaría una batalla de mofa en el kraal real entre miembros del pueblo real y el vencedor sería proclamado rey de burla. El mantendría un mínimo de orden en el kraal real hasta que terminara la guerra de sucesión. El nombre de este rey de burla era ekyibumbe. La palabra ekyibumbe tiene varios significados. En el uso común significa una persona estúpida y simple. A veces se usa para indicar una persona que es el blanco de chistes y trucos. Tambien se llama ekyibumbe a un pequeño bebé que tiene que ser llevado del kraal después de la muerte de su padre. Los hermanos reales presenciaron esta batalla pero después de la selección del ekyibumbe escogieron a sus seguidores y se fueron en búsqueda de bagyendanwa. Si se encontraron en su búsqueda intentaron matarse entre ellos. Si uno de los hermanos tenía menos seguidores que el otro, por lo regular sería muerto o se huiría a otro país. Por otro lado, la astucia frecuentemente compensaba la falta de seguidores. Espiarían a los demás hermanos con el fin de sorprenderlos durante su sueño y así matarlos XXXXXXX. Se acudiría tanto a la magia como a aliados extranjeros, y cada hijo sería asistido por su madre y su hermana que practicaría magia contra sus enemigos y los protegería contra los espíritus de sus enemigos muertos.
Durante la guerra de sucesión, que podía durar varios meses, el país se encontraba en un estado de caos. Cada quien acudiría a sus parientes en busca de protección. Se dice que fueron robadas muchas cabezas de ganado y que las gentes que tuvieran algún rencor se aprovecharon de la condición caótica del país para vengarse a sus enemigos. Pero los grandes jefes que guardaron las fronteras de Ankole no participaron en la guerra de sucesión. Se esforzaron por mantener el orden hasta donde fuera posible y proteger al país de invasores.
Uno por uno los príncipes fueron muertos o exiliados, y entonces el hijo escondido saldría de su escondite para luchar contra el hijo todavía vivo por la posesión del bagyendanwa. No siempre ganaba el hijo favorito del anterior mugabe, pero por lo regular contaba con los magos más poderosos y tenía un séquito numeroso. Cuando la guerra de sucesión había terminado, el nuevo rey regresaba al kraal real con bagyendanwa, su madre y su hermana, así como con el enganzi, mataba al ekyibumbe, y sería proclamado rey y aceptado como el nuevo mugabe.
Unos días después se celebraba una ceremonia de toma de oficio, después de la cual el rey se iría en un largo viaje de purificación por todo el país. Lo acompañaría un número de magos especialistas, un pequeño rebaño de ganado y un grupo de selectos cazadores. A su regreso se llevaba a cabo un dramático cambio entre los oficiales que lo rodean inmediatamente, siendo seleccionado un nuevo grupo de cortesanos de entre los amigos del rey, por lo regular hombres que habían luchado con él en la guerra de sucesión. En la selección de los funcionarios más importantes el viejo enganzi se desempeñaría como consejero junto con la madre y la hermana del rey. Una vez hechos los nombramientos más importantes se retiraría el viejo enganzi y recibiría en recompensa por sus servicios muchas cabezas de ganado. Después el rey elegiría a un nuevo enganzi entre sus seguidores, y de nuevo estaría completa la maquinaria gubernamental. El eslabón más sólido que articularía el nuevo gobierno con el anterior era el viejo enganzi. En cierto sentido era el "hacedor de reyes". Durante los ritos de sucesión sería él quien anunciaría al nuevo rey a los jefes bahima y ayudaría en la selección del nuevo personal gubernamental. Su retiro se debía a una estipulación de que el enganzi (estrella de la mañana) debía ponerse con el mugabe (luna).
En el reino de Banyankole la sucesión era regulada por un cuerpo especial de creencias y prácticas, cuya función general era el mantenimiento de la realeza como una parte esencial de la cooperación política y con el fin de eliminar, hasta donde fuera posible, la competencia y discordia como elementos permanentes en el liderazgo político. La competencia general fue inmediatamente eliminada por medio del principio dinástico que limitaba el acceso al oficio real al clan Abahinda. La dinastía encontraba su fuente en el pasado legendario, en la persona de Ruhinda, descendiente de los abachwesi. El abanico de posibles candidatos sería reducido todavía más por medio de la filiación patrilineal. La guerra de sucesión, que al principio aparecía como caos y anarquía, en la larga duración sirve para eliminar posibles rivales. Al final de la guerra de sucesión en el linaje real queda sólo el mugabe, así que es un método de definición de la sucesión, de igual manera que la regla de primogenitura o la sucesión por el hijo favorito.
Es solamente posible entender los rasgos particulares de los ritos de sucesión, como la guerra de sucesión, los intricados ritos de purificación y la importancia de la madre y la hermana del rey, si se toma en cuenta el carácter particular de la estructura política de los bahima y la magia bahima. Una vez que hemos entendido la importancia que pusieron los bahima en su rey, como líder militar, y como símbolo de poder mágico, ampliamente ilustrado en los ritos que rodeaban su vida cotidiana y que fueron ejecutados con el fin de aumentar este poder mágico, y la convicción de que un rey débil o enfermizo le causaría debilidad a todo el pueblo de Ankole, entonces es fácil entender la importancia de asegurar que el descendiente más fuerte y más capaz fuera elegido rey. La eliminación a través de una prueba de fuerza proporcionaba un método más práctico para la selección del hijo más apropiado que habría hecho cualquier regla de sucesión. Hasta donde podía averiguar no había ningún mito que daba legitimidad a la guerra de sucesión. Esta costumbre no existía entre los abachwezi, y tampoco Ruhindi, el único abachwesi supervivente en Ankole, tuvo necesidad de establecer un precedente, ya que no tenía hermanos y tampoco competidores en la lucha por el oficio de mugabe. Difícilmente podemos decir que la guerra de sucesión, aunque tradicional y formalmente sancionada, sería la representación de algún mito. Pero cuando reconocemos la importancia de la fuerza física y el poder mágico del rey de los banyankole podemos entender el objetivo de la guerra de sucesión como un medio para alcanzar el fin deseado.
Como era de esperarse, la guerra de accesión tenía amplias consecuencias sobre las relaciones de parentesco del mugabe. Teóricamente, si no siempre en la práctica, el rey no tenía hermanos o tíos paternos vivos. Las íntimas obligaciones religiosas, mágicas y judiciales que normalmente ejecutaron el padre o el hermano mayor en la sociedad Banyankole, fueron llevadas a cabo para el rey por su madre y su hermana. En tiempos pasados la madre y la hermana del rey no poseían títulos especiales, se llamaban sencillamente nyinga omugabe, madre del rey, y omunyana omugabe, hermana del rey. Su estatus era prácticamente equivalente al del mugabe mismo. Ambas tenían su kraal particular con ganado, pastores y guerreros, y ambas tenían el derecho a cobrar ekyitoro sobre el ganado bahima, y recibieron una parte del ganado conquistado en expediciones de guerra. La principal obligación de la madre del rey era oficiar en los sacrificios a los espíritus emandwa del rey y ejecutar la necesaria magia de protección contra los espíritus de los hombres que el rey había matado. Aunque el rey mismo hacía sacrificios a sus ancestros, se dice que su madre en ocasiones había mandado una vaca blanca al bosque Ishanza como sacrificio al mugabe muerto. En el kraal de la madre del rey había un altar dedicado a los cuatro emandwa de él - Wamara, Mugasha, Kagoro y Nyakiriro - donde ella hacía sacrificios de ganado y carne cada luna nueva. Si los adivinos dijeron que el rey tenía que someterse a un rito de emandwa (okubandwa), se iría supuestamente al kraal de su madre para la ejecución del rito. Aparte de estas obligaciones rituales la madre del rey cumplía también funciones judiciales y administrativas. Ningún hombre podía ser ejecutado sin su consentimiento. En todos juicios importantes se sentaba al lado del mugabe y participaba en la toma de decisiones relativas a la guerra y la paz. Si llegaron mensajeros de otros reyes, se dirigirían primero al kraal de la madre del rey para solicitar el necesario permiso para entrevistarse con el rey. La función de la madre como protectora en estos casos indica mejor su estatus que cualquier suposición hipotética de la existencia anteriormente de un matriarcado. Pero el hecho de que la madre asumía estas obligaciones tiene que ver con el hecho de que el rey no tenía hermanos o tíos paternos vivos.

VII Conclusión.
En el breve análisis de la organización política de Banyankole aquí presentado he tratado no sólo de describir la forma del reino de Ankole en su aspecto político, sino también esbozar las fuerzas subyacentes que contribuyen a su formación y mantenimiento. Podemos ver claramente que este reino pertenece a la clase más amplia de estructuras políticas conocidas como estados de conquista, donde diferentes grupos entran en contacto, produciendo como resultado una sociedad estratificada y un mecanismo de mantenimiento.
Las relaciones políticas de clientela, servilismo y esclavitud se pueden clasificar de acuerdo a su origen, como contractuales o compulsivas, distinguiéndolas de esta manera de las relaciones de parentesco que eran antes predominantes en el reino de Ankole y siguen jugando un papel. En lo que se refiere a su naturaleza o constitución, podemos decir que la clientela ofrecía una relación bien equilibrada derivada de la necesidad de cooperación política. Al contrario, la servitud y la esclavitud eran relaciones desequilibradas y de una naturaleza de explotación.
En mi discusión de los Abachwezi y sus mitos, del culto al tambor y los ritos de sucesión como forma de ideología y práctica política, he subrayado el hecho que aún su particular forma se deja explicar en términos de la situación política y de las añejas concepciones mágicas presentes en la cultura. En otras palabras, podemos solamente comprender la estructura política de los Banyankole si conocemos la situación objetiva a partir de la cual se desarrolla y el material cultural que sirvió de materia prima para este desarrollo.
La imposición del gobierno británico, por supuesto, ha producido grandes cambios. La clientela, la servitud y la esclavitud han desparecido como relaciones políticas. El mugabe, aunque sigue formando parte del paisaje, ya no es un líder político y un poder mágico como antaño. Los efectos del dominio británico han cambiado no solamente las relaciones políticas sino también la naturaleza fundamental de las relaciones de parentesco, aparte de introducir nuevas relaciones legales, por un lado entre los nativos y el hombre blanco y, por otro lado, entre los nativos y los hindúes. Una discusión significativa de estas nuevas relaciones y su impacto sobre las relaciones personales, la tierra, las actividades económicas y la maquinaria gubernamental, sin embargo, requiere más espacio que el que está a la disposición en este artículo.



[1] Traducción de Leif Korsbaek.

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